The Smashing Pumpkins: Un ritual de estridencia y memoria en Bogotá
The Smashing Pumpkins: Un ritual de estridencia y memoria en Bogotá
Después de 12 años, The Smashing Pumpkins regresaron a Bogotá como parte de su gira The World is a Vampire, ofreciendo un concierto en el Movistar Arena que recordó por qué esta banda ocupa un lugar especial en la historia del rock alternativo. Con los dos primeros pisos llenos, el público se entregó a una experiencia que mezcló energía, nostalgia y la conexión íntima entre la música y sus seguidores.
La banda, formada en Chicago en 1988, surgió de la colaboración entre Billy Corgan y James Iha, quienes comenzaron tocando en pequeños clubes hasta convertirse en referentes del rock alternativo. Con la llegada de Jimmy Chamberlin en la batería y D’arcy Wretzky en el bajo, consolidaron una formación que revolucionó el sonido de los 90. Sus primeros trabajos como Gish (1991) y Siamese Dream (1993) capturaron la atención del público y la crítica, posicionándolos como una banda clave del movimiento alternativo. Su ambición musical y lírica alcanzó un nuevo nivel con Mellon Collie and the Infinite Sadness (1995), un álbum doble que se convirtió en un ícono de la década y los catapultó al estrellato global.
Por primera vez en Colombia, la banda se presentó con su formación casi original: Billy Corgan, James Iha en la guitarra y Jimmy Chamberlin en la batería. Junto a ellos estuvo Kiki Wong, quien aportó su energía y técnica en la guitarra. La alineación fue un regalo para los seguidores más fieles, especialmente por la presencia de Iha, quien regresó a la banda en 2018 y cuya conexión con Corgan en el escenario evocó la química de sus años de gloria.
El espectáculo comenzó como un ritual, con una introducción solemne que fue quebrada por la potencia de la guitarra de Corgan en "The Everlasting Gaze". Este inicio marcó la pauta de un recorrido sonoro que incluyó 23 canciones, reflejando la amplitud de su carrera. Temas como "Doomsday Clock" y una sorpresiva versión de "Zoo Station" de U2, con un solo de batería de Jimmy Chamberlin, establecieron un tono dinámico para la noche.
El setlist ofreció un balance entre clásicos y temas recientes. Canciones como "Today", "Tonight, Tonight", "1979" y "Ava Adore" conectaron con los asistentes, mientras que composiciones más recientes como "That Which Animates the Spirit" y "Empires" mostraron cómo la banda sigue evolucionando sin perder su esencia. Hubo momentos de intimidad, como cuando Corgan interpretó en solitario "Landslide" de Fleetwood Mac y "Shine On, Harvest Moon", dejando ver otra faceta de su sensibilidad artística.
La noche también estuvo marcada por sorpresas, como la interpretación de "Where Boys Fear to Tread", que no tocaban desde 2013, y un cierre enérgico con "Zero", tras una introducción donde la banda jugueteó con fragmentos de temas icónicos como "Master of Puppets" de Metallica y "La Grange" de ZZ Top.
Corgan, vestido con su característico traje negro, no solo lideró la noche con su distintivo estilo en la guitarra, sino que interactuó con el público en español, generando momentos cercanos y espontáneos. En "Ava Adore", incluso se animó a bailar, respondiendo a la energía que llegaba desde las gradas. La velada concluyó con un gesto especial: un ramo de flores entregado por un fanático, que Corgan aceptó visiblemente emocionado.
Un recorrido por más de tres décadas de historia musical de The Smashing Pumpkins, donde los asistentes no solo disfrutaron de una interpretación impecable, sino que también revivieron la relevancia de una banda que marcó una época. Fue un reencuentro con la fuerza del rock alternativo, con la autenticidad que distingue a Corgan y su grupo, y con la capacidad única de la música para generar recuerdos compartidos.
La música de The Smashing Pumpkins trasciende generaciones, conectando a quienes crecieron con sus primeras canciones y a un público más joven que ahora descubre su legado. Su regreso a Bogotá fue más que un concierto: fue un recordatorio del impacto que la banda ha tenido en el rock y de la capacidad de la música para unir a diferentes generaciones en un mismo ritual de memoria y emoción.